El telescopio láser Keck II
( Creces, 2006 )

En muchas noches oscuras en el observatorio Keck instalado en la cima del Mauna Kea, en Hawaii, se podrá apreciar que desde su cúpula sale un nítido haz de luz: se trata de un rayo láser que se proyecta hacia el cielo. En lugar de detectar los fotones de la luz que vienen desde las estrellas, estos salen ahora desde el observatorio en dirección contraria, hacia ellas.

El tan esperado avance llamado "Óptica adaptativa de observación de estrellas por rayos láser", triunfa sobre la óptica adaptativa convencional actualmente en uso por la mayor parte de los grandes telescopios. La luz de las estrellas se distorsiona al atravesar la cambiante atmósfera de la Tierra. En el sistema actual, para minimizar estas distorsiones los computadores analizan el momento atmosférico e inclinan un delgado espejo dentro del telescopio óptico y de esta forma corrigen la distorsión. El resultado es una regulación de la visión, llegando a rivalizar la visión que logra el telescopio Hubble desde más allá de la atmósfera, en el espacio. Pero esta tecnología requiere una luz de referencia, proveniente de una estrella brillante, o de un planeta muy cercano, lo que limita su aplicación a menos del 1% del cielo.

Contra esto, ahora el rayo láser ayuda al telescopio Keck para observar objetos en cualquier parte del firmamento. El rayo es capaz de iluminar hasta una capa de átomos de sodio dejada por el paso de un meteorito a una altura de 90 kilómetros. El espejo flexible orienta la visión de este objeto y junto con él, a cualquier débil objeto adyacente dentro del mismo campo visual. Después de años de trabajo, ha sido posible disponer del sistema para el uso rutinario de observación científica en el telescopio Keck de 10 metros de diámetro.

Así por ejemplo, ya el astrónomo Michael Liu de la Universidad de Hawaii ha estado usando esta tecnología para seguir las estrellas llamadas enanas pardas, que brillan débilmente. Ha podido analizar un par binario de ellas, en que una presenta un color rojo ligeramente distinto de la otra, que se observa con un color azulado. Probablemente ambas se formaron de una misma nube gaseosa. Liu piensa que la diferencia nace del diferente contenido de hierro de la nube en que nacieron que se ha ido enfriando paulatinamente.

Con esta nueva tecnología se ofrecen nuevas posibilidades; estudios de nuevos objetos en el lejano cinturón de Kuiper, o estrellas que orbiten alrededor de un hoyo negro en el centro de nuestra galaxia, o llegar a pesquisar las propiedades físicas de una supernova que haya explotado hace 8 mil millones de años.



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